Versículo Clave:
Salmos 23:6 (RVR60) “La bondad y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días.”
Reflexión:
En el trajín diario, es fácil perder de vista la magnitud de la “Bondad Desatada” de nuestro Dios. El Salmo 23, escrito por el pastor y rey David, nos presenta una visión íntima de la relación que compartía con su Señor. Al reflexionar sobre la bondad de Dios, es esencial reconocer que no es un regalo efímero, sino un compromiso constante.
Imagina el amanecer de un nuevo día como un recordatorio tangible de la bondad de Dios. El sol se levanta, y con él, la oportunidad de experimentar una vez más Su amor inmutable. La bondad divina no es solo un acto puntual; es un flujo eterno que nos sigue, anticipándose a nuestras necesidades y envolviéndonos en su abrazo tierno.
En los momentos de alegría, somos testigos de la generosidad de Dios. Su bondad desatada se manifiesta en risas compartidas, en éxitos celebrados y en momentos de paz que parecen eternos. Pero también, y quizás más significativamente, en los desafíos, descubrimos la profundidad de Su bondad. En medio de las dificultades, Él nos guía, sosteniendo nuestra mano con ternura divina.
La promesa de morar en la casa de Jehová no solo es para el futuro celestial, sino para el presente. En nuestra comunión diaria con Dios, encontramos refugio y consuelo. En su presencia, hallamos paz en medio de la tormenta y fuerza cuando nos sentimos débiles. Es un recordatorio de que no estamos solos, que la “Bondad Desatada” nos acompaña en cada paso.
Mientras reflexionamos en la bondad desbordante de Dios, recordemos que no merecemos este regalo, pero aún así, lo recibimos con gratitud. Que esta verdad transforme nuestro enfoque diario, inspirándonos a vivir con esperanza y confianza en el Dios cuya bondad nunca falla. Que nuestra respuesta sea una vida de adoración y servicio, reconociendo y compartiendo la “Bondad Desatada” con aquellos que nos rodean.
Oración:
Amado Dios, te agradecemos por tu bondad desatada que nos sigue todos los días. Gracias por tu misericordia constante y por permitirnos habitar en tu presencia. En los momentos de alegría y desafío, confiamos en tu amor que nunca nos abandona. Amén.
Que la “Bondad Desatada” de Dios te acompañe y te envuelva a lo largo de este día.